El motor bóxer de cuatro cilindros EJ de Subaru, especialmente el EJ25, se ha ganado una mala reputación debido a la frecuente falla de las juntas de culata. Estos motores, populares en modelos como el Subaru Impreza, Forester y Outback, tenían problemas de refrigeración y sellado, lo que obligaba a los propietarios a enfrentar costosas reparaciones. El diseño horizontal del motor, combinado con componentes de baja calidad, empeoró aún más el problema. Aunque el motor EJ ofrecía una buena experiencia de conducción, con un bajo centro de gravedad y un buen par motor, los propietarios se enfrentaron a fallos mecánicos antes de los 150,000 kilómetros, convirtiendo a estos motores en un verdadero agujero financiero para muchos.
El motor de 2.3 litros de 4 cilindros del Chevrolet Vega fue un experimento fallido en el que GM intentó innovar con un bloque de motor de aluminio sin camisas de hierro, lo que parecía ahorrar peso y costos. Sin embargo, esto resultó en un desastre. La falta de camisas provocó que las paredes del cilindro se deterioraran rápidamente, lo que generaba sobrecalentamiento, fugas y un consumo excesivo de aceite. Estos motores, que eran propensos a deformaciones y fallas, condenaron al Vega y a GM a una crisis de reputación. Aunque el diseño del coche fue atractivo, los problemas mecánicos con su motor lo convirtieron en uno de los mayores fracasos de la compañía.
El motor Iron Duke de 2.5 litros de General Motors se diseñó como una respuesta a la crisis del petróleo de la década de 1970, con un enfoque en la fiabilidad y el bajo costo. Sin embargo, su desempeño dejó mucho que desear. Con apenas 87 caballos de fuerza y 123 lb-pie de torque, este motor fue criticado por su falta de potencia, especialmente en vehículos como el Chevrolet Camaro. Además, el motor presentaba problemas de vibración, ruido y aspereza, lo que perjudicaba la experiencia de conducción. Aunque duradero, el Iron Duke estaba lejos de ser el motor ideal para aquellos que buscaban un rendimiento más refinado y eficiente.
El motor Theta II de Hyundai, especialmente la versión GDI de 2.4 litros, se hizo famoso por su tendencia a fallar de forma catastrófica. Utilizado en modelos como el Hyundai Sonata y el Kia Optima, el motor tenía un defecto de diseño que permitía que los residuos metálicos bloquearan el flujo de aceite a componentes clave, lo que llevaba a fallos del motor a altas velocidades. Este problema fue tan grave que llevó a Hyundai y Kia a retirar más de 470,000 vehículos y enfrentarse a demandas colectivas por parte de los propietarios. Aunque la marca intentó arreglar el problema, el daño a su reputación fue significativo. Este motor, que se fabricó entre 2010 y 2017, sigue siendo una advertencia sobre los riesgos de recortar costos en la ingeniería.
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