El Nissan 300ZX Z32 es uno de los deportivos más impresionantes que Japón ha producido. Equipado con un motor V6 biturbo de 3.0 litros, producía 300 caballos de fuerza, lo que le permitió competir de tú a tú con los Corvette de la época. Su diseño agresivo y futurista, junto con sus faros escamoteables, lo convirtió en un icono de los años 90. Además, el sistema HICAS (Dirección Controlada Activamente) le permitía ajustar el manejo según la velocidad, lo que mejoraba su maniobrabilidad.
El Subaru SVX fue un coche innovador cuando se lanzó en 1991. Con un diseño futurista de ventanas dentro de otras ventanas, fue creado por el legendario diseñador Giorgetto Giugiaro. Su motor bóxer de 6 cilindros y 3.3 litros generaba 230 caballos de fuerza, lo que lo convertía en un gran turismo cómodo y potente. Además, su tracción total lo hacía ideal para todo tipo de condiciones de conducción, un rasgo característico de Subaru. Aunque no tuvo un gran éxito comercial, el SVX tiene un lugar especial en la historia del diseño automotriz.
El Honda Prelude SH, especialmente la quinta generación, se destacó por su tecnología avanzada para su época. Equipado con el sistema ATTS (Active Torque Transfer System), que mejoraba la tracción delantera al transferir torque a las ruedas, el Prelude SH ofrecía una conducción superior en curvas. Además, su motor H22A de 2.2 litros y 200 caballos de fuerza lo hacía muy competitivo en su clase. El Prelude SH es conocido por ser uno de los coches más divertidos de conducir, con un rendimiento que sigue siendo admirado hoy en día.
El Mazda RX-8, lanzado en 2003, es uno de los coches más singulares de la historia reciente, gracias a su motor rotativo 13B-MSP Renesis. Con una cilindrada de 1.3 litros, este motor de aspiración natural generaba 191 caballos de fuerza en su versión básica, mientras que las versiones más potentes llegaban a 238 caballos. Lo que hace que el RX-8 sea tan especial es su motor rotativo, que se diferencia de los motores convencionales al ofrecer una entrega de potencia suave y una alta capacidad de revoluciones.
El Toyota Celica GT-Four se destacó en la década de 1990 por su participación en el Campeonato Mundial de Rally (WRC), donde dejó una huella imborrable. Equipado con un motor 3SGTE turboalimentado de 2.0 litros, el GT-Four generaba inicialmente 222 caballos de fuerza, y con una actualización en 1994, alcanzaba los 255 caballos. Con un diseño más robusto, frenos mejorados y una carrocería más rígida, este modelo se convirtió en un referente de la era del rally. La combinación de su motor potente y su tracción total hizo que este coche fuera un favorito de los aficionados al motorsport.
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