Los grandes SUV, como el Ford Expedition, están perdiendo atractivo frente a vehículos más eficientes. Sus motores de gran consumo y los elevados costes de mantenimiento los convierten en una opción cada vez menos deseada. Además, las crecientes restricciones medioambientales aceleran su depreciación, con caídas de hasta un 50 % en apenas dos años.
Aunque fueron pioneros en eficiencia, híbridos como el Toyota Prius ya no gozan del mismo estatus. El avance de los eléctricos puros y los híbridos enchufables ha relegado a los híbridos tradicionales a un segundo plano. La consecuencia es clara: su demanda cae y, con ella, su valor en el mercado de ocasión se desploma rápidamente.
Vehículos como la Chrysler Pacifica eran sinónimo de practicidad familiar, pero hoy los SUV y crossovers ofrecen el mismo espacio con un diseño más atractivo. Este cambio de mentalidad ha hecho que las minivans pierdan relevancia y valor, con una depreciación que sorprende incluso a los propios concesionarios.
Modelos consolidados como el Toyota Camry sufren en un mercado saturado de alternativas. Aunque destacan por fiabilidad y confort, los consumidores prefieren cada vez más la versatilidad de los SUV. Además, el auge de las opciones híbridas y eléctricas contribuye a que estos sedanes pierdan terreno y valor de reventa.
El Mazda MX-5 Miata sigue siendo un icono por placer de conducción, pero su enfoque lúdico y poco práctico limita su atractivo. La estacionalidad en la demanda y el hecho de ser un segundo coche para muchos compradores acelera su depreciación. Hoy, no es raro que un roadster pierda la mitad de su valor en menos de dos años.
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