Aunque las baterías modernas están diseñadas para durar entre 8 y 10 años, su reemplazo fuera de garantía puede superar fácilmente los 5.000 o 6.000 euros. Muchos propietarios viven con la preocupación de que, llegado el momento, este gasto pueda hacer inviable económicamente seguir utilizando el coche. Es una de las mayores incógnitas a largo plazo de la movilidad eléctrica.
Los seguros de coches eléctricos suelen ser más caros que los de modelos de combustión equivalentes. Esto se debe al mayor valor de compra y al coste elevado de reparaciones, especialmente en sistemas eléctricos y baterías. Además, en ciertos países, las tasas de registro también son superiores, lo que incrementa el gasto fijo anual.
Muchos compradores de eléctricos optan por instalar un cargador en casa para mayor comodidad. Sin embargo, este gasto puede ascender fácilmente a cientos o incluso miles de euros, dependiendo de la infraestructura de la vivienda. Aunque algunas marcas y compañías eléctricas ofrecen ayudas o descuentos, sigue siendo un gasto inicial que conviene tener en cuenta.
Aunque cargar en casa suele ser más barato que repostar gasolina, la historia cambia cuando se depende de la carga pública. En algunos lugares, los precios pueden igualar —o incluso superar— a los de llenar un depósito tradicional. Esto convierte los viajes largos en un gasto mucho mayor de lo previsto, especialmente en países donde la red de recarga rápida es limitada.
Los coches eléctricos son notablemente más pesados debido a sus baterías, y esa diferencia de peso recae directamente sobre los neumáticos. El resultado: un desgaste mucho más acelerado. Además, el par motor instantáneo, que hace tan divertido conducir un eléctrico, contribuye al deterioro de las gomas. Reemplazar neumáticos con mayor frecuencia implica varios cientos de euros adicionales al año.
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