Los Honda Civic de octava generación (2006–2009) han presentado bloques de motor agrietados, provocando fugas de refrigerante y fallos completos del motor. A pesar de la fama de fiabilidad de Honda, los propietarios de estos modelos se enfrentaron a reparaciones caras y, en algunos casos, a reemplazos de motor completos bajo extensión de garantía.
El Mazda CX-7 (2007–2012) es famoso por fallos en el turbo causados por falta de lubricación, que pueden provocar pérdida de potencia y daños graves en el motor. Además, problemas en la cadena de distribución aumentan su reputación como coche poco confiable en el mercado de segunda mano. Técnicos insisten en evitar la compra si no hay evidencia de reemplazo del turbo y mantenimiento exhaustivo.
Los modelos de finales de los 90 y 2000 del Subaru Outback son conocidos por fallos en la junta de culata, provocando sobrecalentamiento y mezcla de aceite con refrigerante. Estos problemas pueden derivar en reparaciones muy costosas y desmontajes completos del motor. Los mecánicos recomiendan solo considerar estos coches si hay constancia de reemplazo previo de la culata.
Los BMW X5 de la primera década de los 2010 suelen presentar fallos en la suspensión neumática y averías electrónicas frecuentes. Problemas en la transmisión y fugas de aceite son habituales, con reparaciones que superan los 5.000 dólares. Los expertos alertan que, sin un historial de mantenimiento impecable, comprar un X5 usado puede ser un riesgo financiero elevado.
Los Volvo XC90 de principios de los 2000, especialmente con motor T6, son famosos por sus fallos catastróficos de la transmisión automática, que pueden aparecer antes de los 130.000 km. A esto se suman problemas eléctricos en el tablero y costosas averías en el sistema AWD, lo que convierte a estos SUV en auténticos agujeros de dinero, según mecánicos especializados.
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