El objetivo de Ford con esta inversión es claro: democratizar el acceso a los vehículos eléctricos para la familia americana media. No se trata solo de atraer a los “early adopters” sino de liderar la producción masiva de coches eléctricos asequibles, capaces de competir con opciones más caras como Tesla.
Ford apuesta por baterías de fosfato de litio-hierro (LFP), que eliminan el uso de cobalto y níquel, materiales costosos y controvertidos. Estas baterías no solo son más económicas y ligeras, sino que además forman parte estructural del vehículo, reduciendo peso y mejorando la eficiencia energética.
Uno de los grandes avances de Ford es su nueva plataforma modular para vehículos eléctricos, diseñada para ser escalable y adaptable a múltiples segmentos. Esta arquitectura reduce un 20% el número de componentes, disminuye en un 15% el tiempo de montaje y también abarata los costes de mantenimiento, logrando un balance económico muy competitivo.
Los aranceles han costado ya más de 4.600 millones de euros al sector automovilístico en ambos continentes, generando incertidumbre en las cadenas de suministro y afectando la competitividad. Ford busca así proteger su cuota de mercado apostando por una producción local sostenible y eficiente que evite estos obstáculos.
Ante los aranceles del 27,5% impuestos por la administración Trump a los vehículos importados, Ford ha decidido dar un paso contundente. La compañía invertirá 4.300 millones de euros en el desarrollo y producción de vehículos eléctricos fabricados íntegramente en Estados Unidos, una estrategia para reducir costes y evitar los impuestos que afectan a la industria tanto en EE. UU. como en Europa.
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