La Chevrolet Blazer EV sufre lo habitual en una primera generación: fallos de software, múltiples actualizaciones y hasta retiradas del mercado para corregir problemas. Aunque la plataforma Ultium tiene potencial, hoy por hoy resulta una compra poco recomendable. Con tantas incidencias, conviene esperar a futuras versiones más refinadas.
El eléctrico Rivian R1S genera entusiasmo en el papel, pero en la práctica presenta demasiados problemas. Fallos en el software, defectos de acabado y una electrónica poco confiable lo convierten en una apuesta arriesgada. A pesar de llevar en el mercado desde 2022, Rivian no ha conseguido solucionar de raíz estos inconvenientes.
El icónico Jeep Wrangler ha perdido parte de su reputación en los últimos años. Desde la integración en Stellantis, su fiabilidad se ha visto comprometida, con quejas sobre la calidad de construcción y numerosos fallos mecánicos. Los híbridos enchufables agravan la situación, sumando problemas de software y componentes eléctricos poco duraderos.
El Mercedes-Benz GLE deslumbra con su diseño alemán y tecnología avanzada, pero la realidad de uso diario es otra. Los dueños reportan problemas con la transmisión, los frenos y el sistema de combustible, además de un sistema de infoentretenimiento poco intuitivo. En lugar de ser una experiencia premium, puede terminar siendo una fuente de dolores de cabeza.
El Lincoln Corsair arrastra los problemas de control de calidad que ya se ven en Ford. Los fallos en la transmisión, la electrónica y el hardware de la carrocería son recurrentes. Y lo peor es que hablamos de un SUV de lujo, donde estos defectos son inaceptables. Pagar un precio premium por un vehículo con acabados pobres no tiene justificación.
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