Si la historia hubiera sido distinta, el Jaguar XJ13 podría haberse adelantado al Lamborghini Miura como el primer superdeportivo de motor central. Concebido a principios de los años 60, su desarrollo se retrasó hasta 1966, momento en el que ya no era competitivo frente al Ford GT40 en Le Mans. El proyecto fue cancelado y el único ejemplar, equipado con un V12 de 5.0 litros, acabó accidentado en 1971. Reconstruido, hoy se exhibe en el Museo Británico del Motor como símbolo de una oportunidad perdida.
El Vauxhall SRV parecía adelantado décadas a su tiempo. Con apenas 1,05 metros de altura, diseño de cabina adelantada, motor central transversal y cuatro plazas reales, rompía con cualquier convención. Aunque su mecánica era solo una maqueta, el concepto exploraba soluciones de espacio y aerodinámica inéditas. Nunca pasó de prototipo, pero su planteamiento sigue resultando sorprendentemente moderno incluso hoy.
Diseñado por Marcello Gandini para Bertone, el Alfa Romeo Carabo rompió con todo lo anterior al adoptar un diseño en cuña radical, abandonando las curvas por líneas rectas extremas. Basado en el Alfa 33 Stradale y con un V8 de 2.0 litros montado en posición central, el Carabo introdujo por primera vez las puertas de tijera, un elemento que definiría superdeportivos posteriores como el Lamborghini Countach. Su influencia estética fue enorme, aunque su destino quedó limitado al de concept car.
Décadas antes del Corvette C8, Chevrolet ya había explorado seriamente el motor central con el Aerovette. Diseñado bajo la supervisión de Zora Arkus-Duntov, montaba dos motores rotativos capaces de entregar 420 CV, lo que prometía un conjunto ligero y extremadamente rápido. Sin embargo, el elevado coste del proyecto y la resistencia de los clientes tradicionales del Corvette llevaron a General Motors a cancelarlo definitivamente, pese a su breve resurrección para un salón del automóvil en 1970.
El Mercedes-Benz C 111 estuvo sorprendentemente cerca de la producción, con múltiples prototipos fabricados a lo largo de casi una década. Inicialmente impulsado por motores rotativos, el proyecto evolucionó hacia propulsores turbodiésel y V8 gasolina, llegando a establecer récords de velocidad en el circuito de Nardò. Aun así, Mercedes decidió no comercializarlo, utilizando el C 111 como laboratorio tecnológico. En su versión más extrema, alcanzó cifras cercanas a los 500 CV y velocidades teóricas de 250 mph.
El Ferrari Modulo es, posiblemente, el Ferrari más futurista jamás concebido. Creado por Pininfarina a partir de un chasis 512 S, su diseño extremadamente bajo y su cabina tipo canopy parecían sacados de la ciencia ficción. Aunque nunca estuvo pensado para producción, fue restaurado décadas después y logró circular legalmente en 2018, demostrando que su audacia estética no había envejecido.
Tras el éxito absoluto del GT40 en Le Mans, Ford optó por un enfoque completamente distinto con el GT70, destinado a los rallyes. Sustituyó el V8 por motores mucho más compactos, priorizando el equilibrio y el centro de gravedad. Pilotado por Roger Clark, el proyecto mostró potencial, pero los problemas de fiabilidad y el elevado coste provocaron su cancelación tras solo seis unidades fabricadas, convirtiéndolo en uno de los Ford más raros jamás creados.
El Monteverdi Hai fue el intento más ambicioso del fabricante suizo por competir con gigantes como Lamborghini. Equipado con un brutal V8 Chrysler Hemi de 7.2 litros y 450 CV, prometía prestaciones de auténtico superdeportivo: 175 mph de velocidad punta y un 0 a 60 mph en 5,5 segundos. Sin embargo, los costes de producción y la complejidad industrial limitaron el proyecto a dos prototipos, quedando como una visión tan espectacular como irrealizable.
Aunque resulte extraño pensar en un Vauxhall de cuatro cilindros como superdeportivo, el XVR fue un concepto totalmente excepcional. Era un coupé biplaza de diseño extremo, con puertas de apertura superior y una carrocería muy alejada de cualquier modelo de producción de la marca. Solo uno de los tres prototipos llegó a funcionar, utilizando el motor slant-four, pero fue destruido tras ser vandalizado durante una exposición. El único superviviente forma hoy parte de la Vauxhall Heritage Collection.
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