El Toyota Camry es sinónimo de longevidad, pero algunos años de esta generación sufrieron un problema serio: consumo excesivo de aceite. Esto afecta directamente a la vida útil del motor si no se detecta a tiempo. Además, se han reportado fallos en sensores y en la bomba de agua, demostrando que ni siquiera los “intocables” están libres de sorpresas.
Considerada durante años la minivan más confiable, la Honda Odyssey esconde un talón de Aquiles en su transmisión. Los fallos del convertidor de par, cambios bruscos y vibraciones a medio plazo son habituales en estos modelos. A ello se suman fugas de aceite y catalizadores que fallan antes de tiempo, lo que frustra a las familias que buscan durabilidad sin sobresaltos.
El Audi Q5 se vende como un SUV premium de fiabilidad alemana, pero los especialistas reportan continuos problemas eléctricos y fallos en la bomba de agua. Muchos propietarios también se quejan de consumo excesivo de aceite y desgaste prematuro de la suspensión. Incluso con campañas de retirada, la complejidad de su tecnología hace que las reparaciones sean costosas y frecuentes.
El BMW Serie 3 de esta generación es un clásico moderno que enamora por su dinamismo y lujo, pero en los talleres es visto con otra cara. Las fugas de aceite y los fallos en la cadena de distribución son un dolor de cabeza recurrente, especialmente a partir de los 100.000 kilómetros. Además, los mecánicos señalan problemas en la bomba de agua y averías electrónicas que pueden disparar las facturas.
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