Superar la barrera de los 0–400–0 km/h no solo es un hito de velocidad, sino de ingeniería integral. Implica aceleración brutal, estabilidad aerodinámica y una capacidad de frenado extraordinaria. Que el Jesko Absolut, con un motor de combustión, supere a un eléctrico, reabre el debate sobre cuál es la tecnología con mayor margen de desarrollo en los próximos años.
El titular no es casualidad: Tesla queda como espectador en esta batalla por los récords. Si bien la marca de Elon Musk revolucionó la movilidad eléctrica, modelos como el Roadster aún no logran rivalizar con la extrema ingeniería de Rimac o Koenigsegg. La pugna deja claro que los reyes de la velocidad pertenecen a fabricantes más especializados.
Hasta ahora, el Rimac Nevera R ostentaba la corona con un tiempo de 25,79 segundos. Sus 2.107 caballos de potencia eléctrica y tracción integral con vectorización instantánea lo convirtieron en un referente absoluto. Más allá de sus prestaciones, Rimac es un gigante tecnológico que suministra soluciones de electrificación a marcas como Porsche y Hyundai, lo que demuestra su impacto más allá de su propio catálogo.
Con un tiempo de 25,21 segundos en la prueba 0–400–0 km/h, el Jesko Absolut se ha convertido en el coche más rápido del mundo en esta exigente métrica. Propulsado por un motor V8 biturbo de 5.0 litros y más de 1.600 CV, el modelo sueco combina aerodinámica optimizada con tecnología de competición. Este logro es especialmente relevante porque supera a un eléctrico en el terreno donde solían dominar: la aceleración.
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