Revisando el catálogo de productos de Porsche, me encontré con esta silla de oficina donde tomaron un asiento auténtico de Porsche, le colocaron dos apoyabrazos, unas rueditas y la venden por 5.690 dólares.
Eso es lo que es, ni más ni menos, pero si la observamos más de cerca y la vemos desde el punto de vista de lo que representa y lo que ofrece, vamos a encontrar un objeto que genera reacciones totalmente opuestas, dependiendo del ángulo que la miremos.
Una carnada para imbéciles.
Seguro que por los materiales que se utilizaron esta silla no es barata fabricarla, considerando que hasta tiene una batería recargable y motores que regulan las posiciones de confort exactamente como funciona en el auto, y la misma calidad del cuero, costuras, etc. pero exigir el precio que están pidiendo es excesivamente ridículo.
Porsche solo está adaptando un producto que ya fabrica en serie en una fábrica, y si bien ofrece muchas variantes de color y materiales, no es un objeto personalizado por un artesano, sin duda no vamos a encontrar esta silla en el Office Depot de la esquina, pero tampoco la diseñó Leonardo da Vinci, ya quisiera saber el margen de ganancia que se lleva Porsche por cada una de estas sillas.
Otro punto a tener en cuenta es la deficiente ergonomía de esta silla, manejar es una actividad totalmente diferente a sentarse a usar una computadora en la oficina, no estamos expuestos a las fuerzas G que normalmente encontramos en un auto (especialmente en un Porsche) y si bien es una excelente silla para manejar a gran velocidad, cuando estamos revisando una planilla excel frente al escritorio y sobre una alfombra los requerimientos son bien distintos.
Temperatura, circulación del aire, alineación de la columna vertebral y presión ejercida sobre la piel y músculos a lo largo de una larga jornada puede resultar en malestares físicos, que a largo plazo pueden requerir asistencia médica, pero que importa eso, si tenemos el logo de Porsche grabado en cuero en el apoya cabeza.
Un placer para los sentidos.
Si lo vemos racionalmente comprar esta silla es indefendible, es un verdadero insulto y sentarme en ella solo sería un recordatorio del despilfarro de dinero que fue comprarla.
Pero no somos 100% racionales, hay una parte puramente emocional, un pequeño demonio sobre mi hombro que me está diciendo: “dale, realmente te gustaría tener esta silla”.
Sentir la textura del cuero e imaginar el proceso artesanal de curado, utilizando técnicas que han sido perfeccionadas por generaciones, experimentar los diferentes químicos que han impregnado en la piel ese distintivo aroma que inevitablemente ira evolucionando con el paso del tiempo, marcando etapas y haciendo mi día a día un poco más excitante, ohhh.. mi bella silla Porsche.
Apretar esos botones metálicos que con mínimo esfuerzo y electrónica precisión, reclinan, ajustan y acolchonan mis pompis.
Cerrar los ojos y transportarme al interior de un 911 Carrera S, tomando las sinuosas curvas de algún camino por los alpes suizos o el sur de Francia, mientras la sinfonía del motor y el balance de la suspensión se conjugan con la harmonía del diseño y confirman la precisión de la tecnología alemana.
Pero ese sonido no es el motor del Carrera S, es el teléfono que suena, estoy en la oficina, la cafetera no funciona y es mi jefe, me está llamando para decirme que me tengo que quedar mas tarde para abrirle la puerta a los desgraciados que se les ocurre venir a limpiar la alfombra a las 12:00 de la noche.
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