Con solo 547 unidades fabricadas, el Buick GNX llevó el concepto del Grand National a su máxima expresión. Su V6 turboalimentado de 3,8 litros declaraba 276 CV, aunque siempre se sospechó que la cifra real era superior. En su época fue capaz de humillar a deportivos mucho más caros, incluidos algunos Corvette, y hoy es una pieza de coleccionista que supera con holgura los 170.000 dólares.
El Ferrari Testarossa no fue solo un símbolo de estatus de los 80, sino uno de los modelos más reconocibles de la historia de la marca. Su motor bóxer de 12 cilindros y 4,9 litros, junto a sus inconfundibles tomas laterales, lo convirtieron en un icono cultural impulsado por su presencia constante en la televisión y el cine. Su valor actual refleja ese estatus legendario.
El Porsche 930 Turbo definió el carácter más salvaje de la marca alemana. Su motor bóxer turbo de 3,3 litros ofrecía prestaciones explosivas acompañadas de un famoso retraso del turbo que exigía manos expertas, de ahí su apodo de “Widowmaker”. Fue el primer Porsche Turbo con intercooler y cimentó la herencia de sobrealimentación que aún define a la firma.
Nacido para homologar su participación en el Grupo A, el BMW M3 E30 es uno de los coches de competición más exitosos jamás vendidos al público. Su motor atmosférico de cuatro cilindros y alto régimen de giro, junto a un chasis afinado para circuito, lo convirtieron en una referencia absoluta. Su dominio en el DTM elevó su valor y su prestigio hasta niveles históricos.
Durante años eclipsado por su sucesor, el Supra MkIII ha vivido una fuerte revalorización reciente. Fue el primero de la saga en incorporar turbo y suspensión trasera independiente, combinando fiabilidad japonesa con un diseño marcadamente ochentero. Su reaparición en la cultura popular y los videojuegos ha despertado el interés de una nueva generación de coleccionistas.
El Mercedes 190E 2.3-16 escondía bajo su apariencia discreta un motor Cosworth de 16 válvulas desarrollado para competir. Su leyenda comenzó cuando Ayrton Senna ganó una carrera inaugural con este modelo, marcando el inicio de una rivalidad directa con el BMW M3 E30. Hoy es uno de los sedanes deportivos clásicos más deseados.
El Golf GTI Mk2 llevó el concepto de hot hatch a un nivel de madurez superior. Más estable, más potente y mejor construido que su predecesor, mantuvo intacto el espíritu divertido que lo hizo famoso. Su presencia habitual en rallies y competiciones lo convirtió en un referente europeo, con valores que no dejan de subir.
El Mustang SVO rompió con la tradición del V8 apostando por un motor turbo de cuatro cilindros y un enfoque técnico más refinado. Su producción limitada y sus soluciones aerodinámicas poco convencionales lo han convertido en una rareza muy apreciada. Paradójicamente, hoy alcanza precios superiores a muchos Mustang V8 de su época.
El Honda CRX Si demostró que el peso ligero era tan importante como la potencia. Con apenas 900 kilos y un motor eficiente pero vivaz, ofrecía una experiencia de conducción directa y divertida. Su plataforma se convirtió en una base perfecta para preparaciones, lo que consolidó su estatus de culto y disparó su valor en el mercado clásico.
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