Esta máquina llamada Lexus IS F puede helar la sangre de quién no esté muy acostumbrado, si es que alguien se puede acostumbrar a rodar al ritmo que permite este modelo. Con cinco litros de cilindrada, la marca japonesa no se ha andado por las ramas.
Si BMW pasa de las 8.000 rpm para que su V8 de 4 litros, montado en el M3, supere de largo los 400 HP y Audi recurre a la sobrealimentación para que su RS4 se ponga a la altura, llega Lexus y… ni lo uno ni lo otro. Simplemente, corrige la cilindrada de su V8, animador de la gama LS, para, gracias a un aumento de la carrera del pistón, llegar a los cinco litros. Con esta sencilla, pero radical medida, el IS F es capaz de dejarlos atrás en potencia máxima homologada: 416 HP
Motor Las válvulas de admisión son de titanio y su control es mecánico, mientras las de escape –de acero con alto contenido en níquel-, hidráulico. Existe una bomba que envía el aceite existente en la zona de la culata de nuevo al cárter, para evitar un exceso de este lubricante en momentos de alta fuerza centrífuga. Los árboles de levas son huecos y forman parte del circuito de lubricación al circular el aceite a través de ellos y el control de la variación de fase de las válvulas es mediante un motor eléctrico. Decir que el acelerador es electrónico es, casi, una obviedad y que el sistema de admisión posee un doble recorrido, para mejorar la respuesta a bajo régimen, tampoco supone un avance técnico destacado. |
Un cohete
Tanto por empuje como por consumo este V8 es un auténtico cohete. El primero es para descubrirse, pese a que se utilicen “truquitos” como elegir un desarrollo corto para la primera relación de la caja de cambios. En general, las seis primeras marchas podríamos calificarlas como “deportivas” pero las dos últimas -¡sí, tiene ocho marchas!- se alargan para aplacar la sed de tan tremendo propulsor.
El empuje es global. No hay momento en que el Lexus IS-F desfallezca lo más mínimo. A la más imperceptible orden sobre el acelerador, un ejército de “libras pies” aparece para empujar esta máquina de casi una tonelada y tres cuartos hasta obligar al conductor a recomponer su idea mental de la relación entre el espacio y el tiempo. De hecho, si es él quien se encarga de cambiar de marcha es imprescindible el pitidito que anuncia la llegada del régimen máximo de giro para poder saber el momento de darle a la palanca, puesto que a no ser que estemos en una recta larga, la vista no tiene tiempo de bajar hasta ver donde está la aguja del cuentarrevoluciones.
En modo automático, no hay que preocuparse de las cuentarevoluciones y, como además, las prestaciones son mejores en recuperación y adelantamiento, el manejo resulta más eficaz. Quizás no tan divertida, al no tener necesidad de darle a las palanquitas, pero nuestro cerebro se concentra en el volante, los pedales y la vista, evitando una acumulación de datos innecesaria, como es en qué marcha se va o cuál sería la más correcta.
Enfrentarse a la carretera con el Lexus IS F es tener que olvidarse de muchas cosas: limitaciones, vigilancia, radares, etc. Pero hay que mantener la cabeza fría porque el coche acelera al tiempo que dispara nuestra adrenalina. Además, su bastidor está concebido para que, desde el primer momento, sea relativamente amigable. Digamos que se le tiene, casi, casi, nada más ponernos al volante, menos respeto que a un BMW M3, que se siente como una máquina más radical y que nos podría sorprender en cualquier momento en que cometamos un error.
Por el contrario, el Lexus se deja llevar a sus límites con más tranquilidad. Un balanceo medido de la carrocería y una dirección no ultraprecisa son las bazas que juega el Lexus para dejar pensar a su conductor unas décimas de segundo antes de llegar al vértice de una curva cerrada. Seguro que en circuito cerrado esto se pagaría frente al BMW, pero en carretera, al final, es de agradecer.
El manejo dinámico se ve ayudado por unos frenos de excelente rendimiento y mejor resistencia a la pérdida de rendimiento. Los discos delanteros se ven atacados por pinzas de seis pistones, lo que garantiza una mordiente impecable y un tacto de pedal progresivo. También da un toque excitante la disponibilidad de una tecla con tres posiciones –sport, normal y nieve-, que gestiona la res-puesta del motor, dirección, el control de estabilidad y el bloqueo del diferencial –mediante el uso individual de los frenos traseros- para adaptarse a las capacidades del conductor. Existe la opción de desconexión del VDIM, pero a nuestro juicio esto sólo se debe realizar en circuito cerrado.
Genética
El IS F no puede olvidar que es un Lexus, lo que supone, en este caso, un amplio equipamiento que incluye elementos tan dispares con la deportividad del coche como el control de crucero adaptativo, un volante que se eleva automáticamente para facilitar el acceso o salida al puesto de conducción, el techo solar y la calefacción en los asientos. Detalles que, en sí mismos, son más que deseables pero que para muchos radicales amantes de la deportividad podrían ser apartados para, por ejemplo, mejorar la relación peso/potencia o incluso tornar al IS F algo más asequible.
Con esta dotación podría parecer que hacer millas con el Lexus es un placer democrático, pero esto tampoco es así. El conductor puede disfrutar como pocos, siempre que el asfalto esté liso como un espejo, pero los ocupantes sufren las consecuencias de un auto tan radical. La suspensión es dura y pasar por encima de los ralentizadores de velocidad urbanos es todo un drama. Y los buenos asientos con que cuenta este modelo no son capaces de minimizar estas situaciones. Tampoco el sonido del motor, que puede llegar a hacer hervir la sangre del tifosso más entusiasmado, acaba siendo un buen compañero de viaje, sobre todo a partir de medio régimen y en fase de carga.
Por último, una referencia al consumo de combustible. Según las cifras oficiales, es de 16 mpg en ciudad y de 23 mpg en autopista, algo que entra dentro de los límites de lo racional. Pero, si realizamos un manejo deportivo, las cifras se dividen por dos e, incluso, por tres. Tenemos la suficiente lógica como para comprender que quien se gasta 56,000 dólares de partida en un auto no le importa demasiado gastar 50 ó 60 en combustible cada dos horas. Pero un esfuerzo en este capítulo sería bienvenido
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