La nueva y recuperada generación no tiene tantos atractivos como reunía el primer Mercury Sable. Se ha hecho un auto mucho más maduro (de hecho su estética y su interior parecen inevitablemente ir dirigidas a compradores ya entrados en años) y cuenta con un look, llamémosle genérico, sin excesos ni detalles llamativos.
Y si de imagen externa hablamos, básicamente, la imagen del Sable se parece y mucho, a la del Montego (Ford Five Hundred) a quien sustituye, exceptuando el nuevo frontal en aluminio similar al de su hermano pequeño Mercury Milan, los espejos cromados y las luces traseras por LED.
El interior es un calco de su exterior. No es llamativo, aunque sí versátil. Los remates son de calidad, al menos en la variante probada, la denominada Premier. Nos ha gustado el material del salpicadero imitando a fibra de carbono, aunque los acabados de madera son ciertamente poco juveniles. Es cómodo, amplio (no debemos olvidar que es un sedán de más de 200 pulgadas de longitud) y ergonómico. Los mandos están bien ubicados y tienen una disposición lógica e intuitiva, lo cual facilita sentarse cómodamente y centrarse en la carretera. Otro detalle que nos gusta es el reglaje eléctrico del asiento del piloto con función de memoria, que actúa realmente como tal. La tapicería bitono en cuero, los asientos calefectables o el climatizador bizona son otros elementos que venían incluidos en la unidad probada y que contribuyen a incrementar las sensaciones Premium a bordo del Sable.
Además de resultar cómodo y agradable, el Sable es funcional. Con un volumen de carga acorde a su categoría de gran sedán, el Sable cuenta con la opción de plegar el respaldo de los asientos, aumentado así el volumen cúbico de la cajuela. Los reposabrazos traseros con huecos de almacenaje, la pequeña gaveta sobre el salpicadero, los posavasos en el puente central, la generosa guantera y otros huecos en los laterales de las puertas acrecientan su funcionalidad.
Las apariencias engañan
Pese a ser un auto de apariencia clásica, el Sable Premier está dotado de los más vanguardistas sistemas de entretenimiento y comunicación con los que cuenta Ford. Por un lado, dispone de SYNC, un habitual en los últimos modelos de la compañía del óvalo y que trabaja en conjunción, cuando está presente, con el sistema de navegación del auto. Manejado mediante una pantalla táctil de LCD, tiene la posibilidad de conectar Bluetooth a un a un sistema de manos libres con comando de voz y un MP3 a un puerto USB.
A través de ese display, también pudimos comprobar las virtudes del sistema de navegación, opcional en la familia Sable. De manejo realmente sencillo, resultó ser bastante útil, además de mostrar la información de una forma atractiva.
Por último, cuenta con ajuste de pedales y con sensor de aparcamiento trasero, que aunque carece de cámara, facilita las maniobras, gracias a un pitido que intensifica su frecuencia cuanto más nos acercamos a un obstáculo.
Confort de marcha
Realmente, el Sable cumple con creces su misión de ser un auto cómodo y confortable. A bordo uno se encuentra realmente a gusto, y esa comodidad se traslada al tipo de manejo que un auto de sus características evoca: tranquilidad y pocos excesos. Con una volumen amplio y unas suspensiones preparadas para absorber sin problemas cualquier tipo de irregularidades del asfalto, no podemos decir que el Sable permita muchos excesos. No conviene presionarlo mucho en los virajes, puesto que los grandes recorridos que realizan las suspensiones nos crean algo de incertidumbre. En apoyos laterales, la carrocería queda libre, dándonos la sensación de ir flotando. La dirección es rápida, pero no tan precisa; en ocasiones, debemos meter algo de volante para corregir nuestra trayectoria, ciertamente tendente al subviraje. Por si fuera poco, la respuesta del motor a las peticiones del acelerador es lenta y hasta que no nos encontramos en mitad de la curva no apreciamos la fuerza que hemos solicitado.
Eso sí, nos han impresionado los frenos. Suaves, progresivos y potentes son, para nuestro gusto, lo mejor del Mercury Sable.
Obviamente, no es un auto para manejar deportivamente, algo que no es una crítica, ni mucho menos, porque el Mercury Sable es un auto de naturaleza tranquila, pensado más para agradar que para impresionar y hacerlo, además, de una manera silenciosa, sin grandes alardes.
Su hábitat natural son las carreteras amplias, rectas, sin muchos cambios de rasante. Un rutero, que dirían algunos. En viajes largos sin más pretensiones que las de llegar al destino, es donde mejor se desenvuelve.
El motor V6 de 3,5 litros y 263 HP es suficiente para lo que se le debe exigir. Acoplado a una transmisión automática de seis velocidades su respuesta incluso se adormerce más. No hay modo manual, por lo que se aprecia aún más la falta de sincronía entre el pedal de acelerador y el movimiento de los neumáticos.
El consumo de combustible es de 18 mpg en ciudad y 28 mpg en carretera según la EPA. Esta última cifra sorprenden para un vehículo de su tamaño y cilindrada; sin embargo, esconde una realidad diferente. Sólo es cierta cuando manejamos a velocidad de crucero de 50 mph, algo prácticamente imposible de mantener por mucho tiempo en autopista o carretera abierta. A ritmos más ligeros el gasto de gasolina se incrementa notoriamente.
Conclusión
No es un auto para quienes deseen sensaciones fuertes, sino para quienes apetezcan todo lo contrario. Destaca por su refinamiento interior, su elenco de opciones tendentes a hacer la vida más cómoda a bordo, su confort de marcha (si no necesitamos jugar mucho con el pedal del acelerador) y su sobriedad estética. Además, Ford ha tratado de hacerlo bastante seguro. Unos sorprendentes frenos se unen al control de estabilidad, que cuenta con una variante mejorada como opción, para asegurar que los viajes serán como dictan su tranquilo motor y suaves suspensiones: sosegados y seguros. Tanto es así, que ha sido reconocido con las dos distinciones más importantes en materia de seguridad de nuestro país: las cinco estrellas de la NHTSA y el Top Safety Pick del IIHS. No está nada mal.
Con un precio de partida de 27,340 dólares dispone de un equipamiento completo. Bien es cierto que la tarifa de la unidad probada se elevaba hasta los 31,600 dólares, pero también lo es que ninguno de los extras añadidos era un elemento de seguridad, salvo el control de estabilidad avanzado. El resto de opciones estaban todas dirigidas al confort: radio satélite, ayuda al aparcamiento, quemacocos, pedales ajustables y sistema de navegación. Frente a sus rivales, está en la línea de precios que se estilan en los full size sedán. Por ejemplo un Hyundai Azera Limited, cuesta de partida 28,920 dólares, un Buick Lacrosse CXL, 27,030, y un Ford Taurus Limited, 29,425. Eso sí, estamos hablando de modelos 2009, mientras que el Sable probado era un 2008.
Descontinuar autos en plena vida comercial es una medida bien difundida entre las marcas cuando éstas tienen problemas, y ¿qué más problemas puede tener Ford? La compañía del óvalo azul sacará de producción al Mercury Sable y Ford Taurus X pronto, así que si gustas de estos modelos, es ahora o nunca.