En enero, Tesla no vendió ni un solo vehículo en Turquía, un dato que hoy parece increíble. Solo cinco meses después, el país euroasiático se ha convertido en el tercer mercado mundial más importante para la marca, solo por detrás de Estados Unidos y China. ¿Qué ha cambiado? Un pequeño ajuste en el Model Y ha desbloqueado una demanda inesperada, pero también ha despertado sospechas de un trasfondo más complejo.
El gran giro en el mercado turco llegó en abril, cuando Tesla lanzó una versión específica del Model Y con un único motor y 160 kW de potencia, pensada para beneficiarse del impuesto al consumo (SCT) más bajo del país. Con un precio de partida inferior a 1,45 millones de liras (unos 36.200 dólares), su precio final tras impuestos es 40.000 dólares menor que el de la versión Long Range con doble motor. Este ajuste ha sido clave: tres cuartas partes de las ventas del año llegaron solo en los últimos dos meses.
Pese a contar con solo cuatro tiendas en tres ciudades, Tesla vendió más de 7.200 coches en junio, acercándose a las cifras del Reino Unido. Este crecimiento ha sido una sorpresa incluso para analistas como Felipe Muñoz (JATO Dynamics), quien alerta sobre la falta de infraestructura de carga en Turquía. Sin embargo, la estrategia ha funcionado, y el país ha ayudado a Tesla a suavizar sus malos resultados globales del segundo trimestre.
Dado que el PIB per cápita de Turquía es solo un tercio del del Reino Unido, muchos expertos dudan de que el crecimiento sea sostenible. Sin embargo, otros sugieren una motivación distinta: Turquía podría ser un punto intermedio para que los Tesla lleguen a Rusia. Con la guerra en Ucrania y las sanciones en vigor, gran parte de los coches que llegan a Rusia lo hacen mediante importaciones paralelas, y Tesla no sería el único fabricante que “mira hacia otro lado”.
Con las ventas cayendo en mercados clave como Alemania y su fábrica de Berlín por debajo de capacidad, Tesla podría estar canalizando unidades hacia Turquía para revenderlas extraoficialmente en mercados sancionados. Aunque no hay pruebas concluyentes, los números no encajan: Turquía no tiene el poder adquisitivo para justificar tantas ventas, pero sí las conexiones diplomáticas y logísticas para convertirse en una plataforma hacia el Este. Un movimiento arriesgado que mezcla estrategia, necesidad… y quizás, algo de ambigüedad ética.
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