29 lagos y cerca de 200 km después de iniciar nuestra aventura en los caminos de invierno canadienses, llegamos al final de nuestra ruta. A lo lejos divisábamos un complejo tecnológico que no podía sino ser o la Fortaleza de la Soledad de Superman o la mina de oro de Tyhee que estábamos buscando.
Ahí, un staff de seis personas se encargaban de toda la operación de la temporada. Un superintendente, dos asistentes en el procesamiento de las muestras de núcleo de roca -conocidos localmente como los core whores-, un mecánico, un cocinero y un geólogo eran quienes hacían todo en la temporada baja.
Parece que tener visitas en un lugar tan inhóspito como esta mina era algo por demás extraño, pues nos recibieron muy amablemente, nos invitaron a conocer las instalaciones y el geólogo en turno incluso nos dio un paseo por la mina. Al final, para que quedara evidencia de nuestra estancia en la zona ademas de la fotos, el geólogo nos dio un pequeño pero maravilloso presente: un trozo de minerales de la zona con oro visible, una de las primeras muestras extraídas de la mina. “No se emocionen más allá de lo que pueden ver brillar, extraer el oro de ese trozo de minerales les será muy difícil y no podrán hacer ni un arete, es sólo un detalle”. Un mejor presente no se nos pudo ocurrir.
Tras dedicar cerca de dos horas en conocer a la gente y las instalaciones de la mina decidimos emprender el viaje de regreso a Yellowknife en mitad de una ligera nevada, pues se hacía tarde y no queríamos sufrir ningún contratiempo.
El regreso fue más complicado, pues la nieve fresca sobre el hielo hacía aún más resbalosa la superficie de los lagos, por lo que constantemente se activaban las asistencias electrónicas (control de tracción y estabilidad), pero jamás perdíamos el camino, en gran medida gracias a la eficiencia del sistema de tracción integral.
Lo único que nos comenzaba a preocupar era que mientras más avanzábamos hacia el sur, el termómetro de la Q5 indicaba cada vez mayor temperatura, llegando al extremo de alcanzar los 3º C. Al llegar al lago Prosperous, penúltimo antes de retomar el Ingraham Trail y el más largo de esta ruta, comenzamos a ver enormes grietas sobre el hielo, cantidades abrumadoras de nieve derretida en la superficie y un crujir del hielo capaz de asustar al más rudo. Los supervisores del camino se habían retirado y sólo nos quedó armarnos de valor para salir bien librados. Aceleramos, la camioneta perdió rumbo por algunos segundos en una especie de aterrador acuaplaneo sobre hielo y pocos metros antes de llegar a la orilla recuperamos el control.
Pasamos el último islote y el último lago nos esperaba con tanta agua que pensamos que no lograríamos cruzarlo. Pero pensamos “si hace seis horas había al menos un metro de hielo, es imposible que esto sea más que nieve superficial derretida”, así que aceleramos en un enorme charco sobre el lago congelado y unos segundo después estábamos de nuevo en tierra firme. Tan sólo escribir estas palabras nos pone la piel de gallina, pero en el fondo estábamos tranquilos, pues teníamos una de las mejores herramientas para salir librados de esta aventura, el sistema de tracción integral quattro de nuestra Q5.
Tras un día completo manejando en las carreteras del hielo, regresamos a Yellowknife, descansamos y emprendimos el viaje de regreso a casa. Seis días a ritmo más tranquilo y seguro tras una de las más intensas pero fabulosas experiencias de manejo que hayamos vivido, estábamos de vuelta en casa, con cientos de fotos y contando todas las experiencias de este gélido viaje.
Un superdeportivo de 622 caballos de fuerza que acelera de 0-60 mph en 3.5 segundos.
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