La administración de Donald Trump ha dado un giro radical a la política de emisiones en Estados Unidos, derogando normativas que obligaban a los fabricantes a invertir en electrificación. La medida es vista como un alivio para Ford, GM y Stellantis, que durante años han criticado las exigencias de fabricar más vehículos eléctricos de los que demandaba el mercado. Para Tesla, sin embargo, el golpe es mayúsculo: podría perder más de mil millones de dólares en ingresos anuales derivados de la venta de créditos a otras marcas.
Ford y GM, los grandes beneficiados
El director ejecutivo de Ford, Jim Farley, aseguró que esta decisión tiene el “potencial de generar una oportunidad multimillonaria en los próximos dos años”. La marca del óvalo azul ya ha recortado 1.500 millones de dólares en compras de créditos, dinero que destinará a reforzar su gama de gasolina e híbridos, incluyendo la producción de camionetas F-Series Super Duty en Canadá. General Motors, por su parte, ha gastado más de 3.500 millones de dólares desde 2022 en créditos de emisiones, una carga que ahora podría eliminarse casi por completo.
Adiós al incentivo fiscal para eléctricos
Otro punto clave es el fin del crédito fiscal federal de hasta 7.500 dólares para la compra de vehículos eléctricos, que expirará el 30 de septiembre. Este cambio amenaza con frenar la adopción de modelos eléctricos en EE. UU., pero marcas como GM aseguran que mantendrán su apuesta por la electrificación, aunque con un ritmo de crecimiento más moderado. En contraste, fabricantes emergentes como Tesla y Rivian, que dependen de la venta de créditos, ven tambalear una parte crucial de su negocio.
El precio de no electrificar
Hasta ahora, compañías como Stellantis habían tenido que pagar fuertes multas por no cumplir con las normas de ahorro de combustible. En los últimos dos años, el grupo italo-francés desembolsó 190 millones de dólares en sanciones, una cifra que podría desaparecer con las nuevas reglas. Esto permite a los fabricantes reasignar recursos a vehículos que realmente demandan los consumidores, en su mayoría modelos de combustión y pick-ups, que siguen siendo los más rentables del mercado norteamericano.
Tesla contra las cuerdas
La gran pregunta es cómo responderá Tesla. Su modelo de negocio no solo se apoyaba en la venta de coches eléctricos, sino también en la comercialización de créditos a rivales. La caída de esta fuente de ingresos, combinada con la creciente competencia de marcas tradicionales y chinas, coloca a la compañía de Elon Musk en una situación delicada. El sector se enfrenta a un nuevo equilibrio: mientras los gigantes históricos celebran la libertad de volver a apostar por los motores a gasolina, Tesla debe reinventarse para no perder protagonismo en la carrera eléctrica.