El AMC Matador Coupe de mediados de los 70 contaba con motor V8, pero su rendimiento decepcionaba y su diseño polarizaba. En un mercado saturado de competidores más potentes y estéticamente atractivos, el Matador quedó relegado, aunque sigue teniendo seguidores que aprecian su historia y carácter único.
El Plymouth Volaré Road Runner buscó replicar el espíritu de los modelos originales, pero la ejecución quedó corta. Las regulaciones de emisiones afectaron su rendimiento, y aunque su estilo distintivo atrae miradas, los motores y la experiencia de conducción no cumplen con las expectativas de los aficionados a los muscle cars.
El Mercury Cougar XR7 de finales de los 70 y principios de los 80 perdió algo de la herencia de rendimiento de sus modelos anteriores. La combinación de normativas ambientales y prioridad a la economía de combustible resultó en un motor menos potente y una carrocería más pesada, generando un desempeño más lento de lo esperado.
El Ford Mustang II, lanzado en 1974, priorizó la eficiencia de combustible frente al rendimiento, con motores de baja potencia y un tamaño más reducido que los Mustangs originales. Aunque logró un ahorro de combustible notable, su falta de fuerza y diseño poco emocionante lo hicieron menos atractivo para los amantes del muscle car clásico.
El Chevrolet Chevelle Malibu de mediados de los años 70 sufrió los efectos de las normativas de emisiones, que redujeron la potencia de sus motores. El modelo 1974, por ejemplo, ofrecía un rendimiento muy inferior al de sus predecesores, con un diseño menos inspirado. Aun así, sigue siendo popular en proyectos de restauración clásica, aunque no es ideal para quienes buscan emoción al volante.
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