Aunque Lexus es reconocida como una de las marcas más fiables del mundo, el Lexus LC demuestra que incluso los japoneses pueden ser caros de mantener en el segmento deportivo. Conduciendo poco durante la jubilación, los sistemas electrónicos y mecánicos pueden resentirse, generando problemas que no se esperaban en un coche de esta marca.
El Bentley Continental es sinónimo de estatus, lujo y exclusividad. Pero lo que parece un sueño en la carretera puede ser una pesadilla en el taller. Cualquier reparación en este modelo es compleja y cara, y rara vez se trata de una avería menor. En plena jubilación, un coche así puede comprometer la economía de manera inesperada.
Los modelos Mercedes-AMG ofrecen una de las experiencias de conducción más emocionantes del mercado, pero con un mantenimiento que puede ser brutal. El riesgo de avería en el motor o la transmisión es alto, y en caso de fallo, la factura puede superar los 30.000 dólares. Una cifra que convierte a este deportivo en un lujo poco recomendable para quienes quieren disfrutar de su retiro sin sobresaltos financieros.
Los BMW de la gama M son máquinas espectaculares tanto en estética como en rendimiento. No obstante, como advierte Pyle, son coches que pueden ser un auténtico pozo sin fondo. Con la edad, fallan tanto por kilometraje como por largos periodos de inactividad, y sus piezas alemanas no son nada baratas. Para quien busca tranquilidad tras la jubilación, no son la mejor elección.
El Nissan GT-R es un icono de la ingeniería japonesa y un coche soñado por muchos. Pero mantenerlo en forma cuesta una fortuna: las reparaciones de frenos superan fácilmente los 1.000 dólares y cada neumático puede costar más de 300 dólares. Si no se tiene un presupuesto holgado en la jubilación, este deportivo puede convertirse rápidamente en un quebradero de cabeza económico.
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