Entre 2003 y 2007, Volvo lanzó el S60 R, un sedán que rompía con su imagen tradicional. Su motor turbo de cinco cilindros con 300 CV y un avanzado sistema de tracción total lo hacían un rival directo de BMW y Audi. Sin embargo, el estigma de marca “segura y aburrida” eclipsó sus cualidades, y nunca alcanzó la fama que merecía.
El Pontiac G8 GXP fue la despedida de la marca antes de su desaparición en 2009. Con su V8 de 6.2 litros y 415 CV, aceleraba de 0 a 100 km/h en poco más de 4 segundos, combinando potencia bruta con la comodidad de una berlina. Su problema no fue el rendimiento, sino el final de Pontiac, que enterró prematuramente a uno de los mejores coches de su historia.
Concebido entre 2005 y 2006, el Chrysler Crossfire SRT-6 escondía bajo el capó un V6 3.2 litros sobrealimentado con 330 CV. Era capaz de hacer el 0-100 km/h en unos 5 segundos, cifras de deportivo serio. El problema fue su imagen: muchos lo vieron como un Mercedes SLK disfrazado, lo que junto al escaso prestigio de Chrysler en aquel momento lo relegó a un segundo plano.
El Isuzu Impulse RS (1991-1992) es uno de esos compactos que, con producción limitada, dejó huella en los entendidos. Montaba un motor 1.6 turbo de 160 CV y tracción total, una combinación ideal para la diversión al volante. Su rareza y la retirada de Isuzu del mercado estadounidense lo convirtieron en un coche tan rápido como poco conocido.
Entre 1998 y 2000, el Ford SVT Contour sorprendió con un motor V6 de 2.5 litros y 200 CV, cifras muy respetables para una berlina de su época. Su aceleración de 0 a 100 km/h en menos de 7 segundos lo hacía atractivo para los más entusiastas. Sin embargo, el auge de los SUV y la falta de marketing lo condenaron al olvido.
Relacionadas
Precio del Mercedes SLS AMG Black Series 2014
Un superdeportivo de 622 caballos de fuerza que acelera de 0-60 mph en 3.5...