El Jeep Renegade incluyó luces traseras con diseño en X, inspiradas en los bidones del Jeep Willys original. Aunque el crossover ofrecía capacidades todoterreno y transmisión manual, estas luces transparentes y voluminosas generaban un efecto visual extraño, desentonando con su estilo compacto y robusto.
El BMW Serie 7 E65 adoptó un diseño radical que separaba las luces traseras en dos secciones, empeorando la estética general del vehículo. Aunque incorporaba tecnología avanzada como luces adaptativas y motor V12 de 438 CV, las luces traseras festoneadas le restaban elegancia y provocaban críticas sobre su aspecto desordenado.
La Toyota Tundra original Stepside transformó la pickup tradicional con luces traseras ovoides instaladas en el guardabarros. Aunque la camioneta ofrecía motores V6 y V8 y buena capacidad de remolque, estas luces rompían la coherencia del diseño y restaban atractivo al conjunto, especialmente visto desde todos los ángulos.
El Hyundai Santa Fe presentó un diseño trasero problemático, con luces colocadas demasiado bajas y en forma de “H” pixelada. Esto generó un efecto visual de “cajones caídos” que desentonaba con el estilo frontal más agresivo, afectando la percepción general de un SUV moderno y robusto.
El Lexus IS300 de primera generación popularizó las luces traseras Altezza, con lentes redondas y marcos cromados que para muchos eran exageradas. Aunque el sedán deportivo contaba con motor de 6 cilindros, tracción trasera y buena dinámica, sus luces traseras rompían la armonía del conjunto, especialmente en la variante SportCross de techo largo.
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