El Mini Cooper SE mantiene el encanto y la diversión de conducción propios de la marca, pero su autonomía de poco más de 180 km lo convierte en un coche poco práctico fuera del entorno urbano. Para quienes buscan un segundo coche puede tener sentido, pero no es recomendable como vehículo principal.
El Jaguar I-PACE fue el primer eléctrico de lujo de la marca británica, pero entre 2019 y 2023 presentó problemas de software, recargas lentas y costes de mantenimiento elevados. Aunque es rápido y atractivo, su fiabilidad no ha estado a la altura del precio premium que exige.
El Mazda MX-30 generó expectación por su diseño, pero su autonomía real ronda apenas los 160 km, lo que lo hace impráctico para muchos conductores. A pesar de su buen comportamiento dinámico —herencia de la filosofía de Mazda—, la falta de alcance lo coloca en desventaja frente a cualquier rival directo.
El Nissan Leaf abrió el camino de los eléctricos accesibles, pero los modelos previos a 2018 se quedan cortos en autonomía y no cuentan con sistemas de refrigeración líquida en la batería, lo que acelera su degradación. Para trayectos urbanos pueden cumplir, pero a día de hoy resultan demasiado limitados frente a la competencia moderna.
Aunque fue uno de los pioneros en democratizar el coche eléctrico, los Chevrolet Bolt de 2020 a 2022 arrastraron numerosos problemas con las baterías, hasta el punto de que General Motors tuvo que emitir una llamada a revisión masiva. Si bien es asequible, el riesgo asociado a su historial de fiabilidad lo convierte en una opción poco atractiva hoy.
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