Con el lema “barato y feo”, el Subaru 360 se convirtió en el primer coche verdaderamente asequible para el pueblo japonés. Con apenas 450 kg y un motor de dos tiempos, cumplía con la normativa de coches kei, ofreciendo transporte económico y práctico para la clase media emergente en Japón. Su simplicidad y accesibilidad lo convirtieron en un vehículo revolucionario para su época.
La tercera generación del Mazda RX-7 sorprendió con un sistema de turbocompresores secuenciales pionero en un coche de producción. Su complejo sistema de mangueras de vacío gestionaba el cambio entre turbos, eliminando el lag tradicional y entregando potencia de manera suave y progresiva. Además, su carrocería aerodinámica y ligera consolidó al FD3S como un deportivo legendario.
Para celebrar su 50º aniversario, Honda lanzó el S2000, un deportivo que desafiaba los límites de la ingeniería. Su motor atmosférico de 2.0 litros entregaba 240 CV y alcanzaba 9,000 RPM, un récord para un coche de calle confiable. Su diseño equilibraba rendimiento extremo y fiabilidad, convirtiéndolo en un icono del automovilismo japonés.
Antes de que muchos fabricantes contemplaran los coches eléctricos para el gran público, el Mitsubishi i-MiEV ya se vendía globalmente. Con un motor trasero y tracción trasera, optimizaba el espacio interior en un pequeño coche kei y recorría unos 100 km con su batería de 16 kWh, marcando un hito en movilidad eléctrica urbana.
El Toyota Crown fue el primer coche de pasajeros producido en masa en Japón. Diseñado para soportar las difíciles carreteras de la posguerra, destacaba por su robusta construcción y suspensión delantera tipo doble horquilla. Los ingenieros incluso probaron prototipos recorriendo 100,000 kilómetros en la región montañosa de Hakone, asegurando resistencia y fiabilidad desde sus inicios.
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