El Ford Edge ST demostró que incluso un SUV familiar podía ofrecer cifras respetables. Con un V6 biturbo EcoBoost de 2.7 litros y 335 CV, lograba una velocidad máxima de 230 km/h. Con tracción total de serie y una puesta a punto deportiva, fue una declaración de intenciones de que Ford podía llevar el ADN de la velocidad incluso a un crossover.
El SVT Cobra R de 1993 fue la despedida perfecta para la generación Fox Body. Con un V8 de 5.0 litros que entregaba 235 CV y 280 lb-ft, alcanzaba los 225 km/h. Pero lo más importante era su preparación para circuito: sin aire acondicionado, sin radio y sin asientos traseros. Solo 107 unidades fueron producidas, lo que lo hace hoy un verdadero coleccionista.
El Ford RS200 Evolution fue concebido para homologar la participación de la marca en el Grupo B de rallyes, y se convirtió en una auténtica bestia. Con un motor central turboalimentado de 2.1 litros y más de 600 CV en especificación Evolution, superaba los 225 km/h. Su carrocería ligera y tracción total lo hicieron letal en tramos de tierra y asfalto.
El Mustang Bullitt de 2020 no se limitó a ser un guiño a la película. Equipado con un V8 atmosférico de 480 CV, lograba los 263 km/h de velocidad punta. Además de potencia, ofrecía un diseño sobrio sin emblemas, un cambio manual de seis marchas con palanca tipo “cue-ball” y un sonido de escape activo que hacía honor a su nombre cinematográfico.
El Mustang LX 5.0 de 1987 no era el más veloz de su tiempo, pero sí uno de los más accesibles y divertidos. Con su V8 de 5.0 litros que entregaba 225 CV y 300 lb-ft, alcanzaba los 225 km/h, lo que lo convirtió en un misil económico. Su ligereza y facilidad de modificación lo hicieron favorito de los entusiastas.
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