En teoría, el Ford EcoSport parecía el SUV urbano ideal: compacto, moderno y práctico. En la práctica, fue un fracaso. El motor 1.0 EcoBoost carecía de fuerza en carretera, el portón trasero con apertura lateral resultaba incómodo y el interior era más estrecho de lo esperado. Un modelo que nunca convenció ni en Europa ni en Estados Unidos.
Presentado como una gran berlina familiar, el Ford Five Hundred destacó por su espacio interior, pero ahí se acababan sus virtudes. El motor 3.0 V6 era poco más que perezoso y la caja de cambios CVT hacía aún más tediosa la experiencia. Su diseño, excesivamente sobrio, tampoco enamoró. Para salvarlo, Ford lo rebautizó como Taurus, intentando rescatar algo de dignidad.
El relevo de la Windstar llegó con el Ford Freestar, una furgoneta que intentaba competir en un segmento dominado por Chrysler y Honda. Pero el 3.9 litros V6 resultó gastón y poco potente, mientras que su transmisión fallaba con frecuencia antes de los 160.000 km. Las bajas calificaciones en seguridad terminaron por condenarla, desapareciendo en 2007 sin dejar huella positiva.
A principios de los 80, Ford intentó transformar el Escort en un coupé deportivo de dos plazas: el Ford EXP. Sin embargo, la jugada salió mal. Su diseño anodino y un motor de solo 70 CV, con una aceleración de 0 a 100 km/h en más de 14 segundos, lo dejaron sin opciones frente a rivales más ágiles y atractivos.
Lanzado en los años 80 como sedán económico y aerodinámico, el Ford Tempo prometía eficiencia, pero entregaba decepción. Con apenas 90 CV y un comportamiento torpe en curvas, su conducción era todo menos inspiradora. Los problemas de transmisión terminaron de hundirlo, convirtiéndolo en uno de los grandes olvidados de la marca.
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