Los cambios de marca en la industria automotriz siempre son delicados, pero el caso de Jaguar Land Rover (JLR) se ha convertido en un ejemplo de lo que no se debe hacer. Con lemas confusos como “borrar lo ordinario” o “vivir con intensidad”, la compañía intentó alejarse de su legado histórico de coches icónicos como el E-Type o los anuncios del “animal de 12 cilindros”. Sin embargo, en lugar de reforzar su identidad, el fabricante británico se ha visto envuelto en críticas y burlas por un marketing desconectado de su verdadero producto: los automóviles.
La distracción que debilitó la marca
En lugar de reforzar su esencia como referente en el mercado premium, JLR destinó enormes recursos a campañas que parecían más desfiles de moda futuristas que presentaciones de vehículos. Analistas del sector advierten que esta estrategia ha desviado el foco de lo verdaderamente importante: calidad, innovación y fiabilidad, elementos que marcan la diferencia en un mercado global donde rivales como BMW, Audi y Mercedes no ceden terreno.
Un ciberataque que paraliza fábricas y clientes
Mientras tanto, un ciberataque masivo ha obligado a detener la producción en sus plantas del Reino Unido, afectando a casi 1,4 millones de conductores de Jaguar y Range Rover. Los concesionarios no pueden acceder a repuestos, y los hackers incluso presumieron de lo fácil que fue vulnerar los sistemas de seguridad de la compañía. Todo esto plantea dudas serias sobre las prioridades de la alta dirección, que parecía más centrada en mensajes de diversidad que en blindar sus operaciones y datos de clientes.
La pérdida de rumbo histórico
Para muchos seguidores fieles, JLR ya no es reconocible. Lo que alguna vez fue una marca con un espíritu atrevido, asociado a campañas audaces y coches de carácter, ha sido reemplazado por anuncios en tonos rosa neón y conceptos de “abundancia emocional”. El resultado: una identidad diluida que no conecta ni con sus compradores tradicionales ni con las nuevas generaciones, dejando la sensación de que la compañía ha olvidado lo esencial: fabricar automóviles que inspiren.
El futuro incierto de Jaguar Land Rover
Con la dimisión de su CEO Adrian Mardell tras solo tres años y el descrédito generado, la compañía intenta defender que sus nuevos modelos generan “una respuesta emocionante”. Sin embargo, el propio Donald Trump calificó el cambio de marca de “desastre total”, mientras la producción sigue detenida y los clientes esperan soluciones. La conclusión es clara: Jaguar Land Rover paga ahora el precio de haber priorizado el marketing sobre los fundamentos, y su recuperación dependerá de si logra reconectar con lo que alguna vez la hizo grande.