Enrique González - @600streetka

Estamos ante uno de los autos más impresionantes que fue fabricado en los años sesenta, un modelo de gran tamaño que con tan solo verlo, imponía respeto gracias a sus 5490 mm de longitud de largo. Este Dodge contaba con un diseño, que reflejaba una expresión de la visión aeroespacial que se impone en el gusto estadounidense a finales de los cincuenta.

Un elemento muy llamativo del Dodge Polara eran sus alas traseras iluminadas, sus pilotos en forma de toberas y la luminosidad del habitáculo. Se trataba de una carrocería Unibody System, el embrión del concepto auto-portante, y había cuatro variantes disponibles: sedán cuatro puertas, techo duro de dos puertas, techo duro de cuatro puertas y familiar.

El propulsor encargado de mover el Dodge Polara, era un motor base de seis cilindros en línea y 3,7 litros de cilindrada, aunque el Polara también fue muy reconocido en esa época por el V8 de 6 litros y 340 CV que utilizó este modelo durante sus participaciones en pruebas deportivas. Este modelo contaba de serie con una caja de cambios automática Push Button Torqueflite, que se acciona mediante botones y no con una palanca, como estamos acostumbrados a ver, algo que ya había intentado Ford Motor Co. en su fallido Edsel.

El Polara se produjo entre los años 1960 y 1972, compartió la carrocería con el modelo Matador, algo inferior en cuanto a equipamiento, y la plataforma con el Dodge Dart en sus tres variantes, siempre de seis cilindros, Séneca, Phoenix y Pioneer. Este modelo siempre se diferenció de estos otros modelos por ser más lujoso y contar con un gran equipamiento de serie con elementos tan avanzados para su época como la dirección asistida, el aire acondicionado, el control de crucero, asientos y elevalunas eléctricos, y un asiento delantero partido que giraba hacia afuera al abrir la puerta. 

Como curiosidad podemos decir que de este modelo también se produjo en Brasil y Argentina donde tuvo versiones especiales y era conocido como “Dodginho”.