El Saab 900 Turbo, fabricado entre 1978 y 1998, fue pionero en la democratización del turbo en coches de calle. Con un diseño inconfundible y una mecánica avanzada para su época, ofrecía deportividad y practicidad en un mismo paquete. Hoy es un clásico de culto, especialmente valorado por su carácter único y por haber sido un adelantado a su tiempo.
El Subaru Legacy GT Spec.B, producido entre 2006 y 2009, es un verdadero secreto a voces. Con su motor 2.5 turbo de 250 CV y tracción integral, ofrecía prestaciones que pocos esperaban de una berlina sobria. Su baja producción y su excelente comportamiento dinámico lo han convertido en un futuro clásico muy apreciado por los entusiastas de Subaru.
En los años 80, el Buick Grand National fue un coche que rompió esquemas. Con su estética oscura y un motor V6 turboalimentado, era capaz de humillar a deportivos mucho más caros. La versión GNX de 1987 llegaba a los 276 CV y hacía el 0-100 km/h en menos de cinco segundos. Hoy es considerado uno de los muscle cars más icónicos y coleccionables de su era.
El Mercedes-Benz 500E, desarrollado junto a Porsche entre 1990 y 1995, es un lobo con piel de cordero. Su V8 de 5.0 litros entregaba 322 CV y alcanzaba los 100 km/h en solo 5,5 segundos, cifras impresionantes para una berlina de lujo. Su producción limitada y la participación de Porsche en su desarrollo lo han elevado a la categoría de mito entre los coleccionistas.
El Volvo 850 T-5R, lanzado en 1995, rompió el molde de lo que se esperaba de un familiar. Con un motor turbo de 2.3 litros y 240 CV, era capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en apenas 6,5 segundos. Todo ello manteniendo la clásica sobriedad de Volvo. Hoy, su rareza y herencia deportiva lo han convertido en un modelo muy buscado por coleccionistas.
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