El Shelby Cobra 427 1966 es un auténtico monstruo de la carretera, con su chasis ligero y su motor V8 que garantizaba una aceleración brutal. Nacido de la visión de Carroll Shelby de combinar lo mejor de Inglaterra y América, este coche sigue siendo un referente de potencia y diseño en la historia de los convertibles.
El Mercedes-Benz 300SL Roadster 1959, la versión roadster del icónico Gullwing, es otro clásico que ha marcado la historia. Con su inyección de combustible y su chasis tubular, este modelo representa lo mejor de la ingeniería alemana de la época. La producción limitada y su cuidadoso ensamblaje lo han convertido en un coche muy buscado por los coleccionistas.
El Chevrolet Corvette Sting Ray Convertible 1963 es otro ejemplo de un convertible que ha dejado huella. Con su fibra de vidrio que lo hacía ligero y su suspensión independiente que lo dotaba de una maniobrabilidad excepcional, el Sting Ray marcó una nueva era para los autos deportivos americanos. El diseño agresivo y sus faros ocultos aún son una firma que lo hace inolvidable.
Otro clásico que ha resistido la prueba del tiempo es el Jaguar E-Type Roadster 1961. En palabras de Enzo Ferrari, este vehículo es “el más bonito jamás fabricado”. Su línea curva y su icónica capota larga no solo atrajeron miradas en su época, sino que siguen siendo sinónimo de elegancia y belleza automovilística. Su diseño sigue siendo una referencia para muchos, incluso hoy en día.
En la historia de los convertibles, algunos modelos han trascendido generaciones gracias a su diseño, ingeniería y personalidad. El Chevrolet Bel Air Convertible 1957, con sus dramáticos aletas traseras y su motor V8, definió los años 50 y continúa siendo un símbolo de la americana clásica. Con colores llamativos como el turquesa y el coral, el Bel Air no solo fue un coche, sino una declaración de estilo.
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