El Ford Mustang Mach-E fue una de las decisiones más polémicas en cuanto a nombres de autos, pero si ya se iba a utilizar el nombre Mustang, al menos debería haberse hecho un esfuerzo por hacerlo destacar visualmente. En lugar de eso, el Mach-E es otro crossover eléctrico olvidable con algunas luces traseras que recuerdan al icónico Mustang, pero sin el alma que ese nombre representa. Las proporciones son torpes, y la línea del techo, que intenta ser deportiva, no logra ocultar el hecho de que es un hatchback elevado, más que un verdadero SUV de lujo.
El Hyundai Ioniq 6 ha sido defendido por algunos, pero sinceramente, creo que su estética es algo que se debe reconsiderar. Con una línea aerodinámica que pretende ser futurista, el coche parece más un jabón dejado demasiado tiempo en la ducha. En lugar de tener un diseño fluido, el Ioniq 6 tiene una forma comprimida que lo hace parecer incómodo y poco agradable. Aunque intenta reflejar un estilo retro-futurista, la ejecución no tiene la armonía que debería. Podría haber sido un concepto más atractivo si el diseño no hubiera sido tan extremo.
El Chevrolet Blazer EV parece haber sido diseñado con la intención de mantener el nombre de Blazer, pero no logra capturar la esencia de lo que hizo interesante al modelo original. La parte delantera tiene una actitud demasiado agresiva, como si intentara gritar “¡Soy eléctrico!”, pero sin tener la elegancia que se espera de un coche de este tipo. En la configuración del modelo puede verse un diseño robusto, pero una vez aparcado en el estacionamiento, el Blazer EV no impresiona. Es como si se hubiera intentado hacer un SUV eléctrico “rudo”, pero con resultados algo torpes.
El Volkswagen ID.4 es un SUV eléctrico que, en cuanto a estética, podría considerarse el equivalente automovilístico al papel pintado beige: está ahí, cumple su función, pero no ofrece nada emocionante. Las proporciones están bien, los detalles son correctos, pero todo es tan… neutral que carece de carácter. Volkswagen tiene potencial para más, como lo demostró con el ID. Buzz, un modelo mucho más divertido y con personalidad. Sin embargo, el ID.4 es un intento fallido de ofrecer algo que no moleste a nadie, pero que tampoco aporte nada nuevo.
El Nissan Ariya intenta con fuerza lucir futurista, pero el resultado final es una mezcla de líneas y formas tan suaves que acaba viéndose genérico. La delantera, con una parrilla casi inexistente, parece más un ratón de computadora sobre ruedas que un SUV eléctrico. Para una marca como Nissan, que nos sorprendió con el original Juke, este Ariya parece excesivamente seguro, pero demasiado poco atrevido. Un diseño que no deja huella y no consigue destacar entre los vehículos eléctricos de la competencia.
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